En nuestra época escolar todos aprendemos a decir que Edison inventó la bombilla incandescente; una afirmación completamente falsa. Inventada por Warren de la Rue en 1840, la identificación de los factores clave para su éxito en el mercado, duración y coste, vinieron de la mano de Edison y la primera lámpara de luz exitosa en 1880.

Lo mismo ocurre con Google y su modelo de publicidad patrocinada comercializado bajo el modelo de Ad-Words, el cual fue inventado previamente por Overture y adquirido por Yahoo. Sin embargo, Google fue capaz de identificar de forma mucho más eficaz la relación entre búsqueda y publicidad online que el mercado estaba buscando.

En nuestra época universitaria los economistas aprendemos a decir que el éxito comercial de una idea innovadora y sus aplicaciones tecnológicas dependen fundamentalmente de tres factores: la facilidad en el acceso a dicha innovación y productos, el valor de la misma en relación con propuestas competidoras y su adecuación al contexto de uso. No se trata de una afirmación completamente falsa, pero carece de un factor fundamental: la serendipia.

La relación entre la satisfacción generada por un producto o servicio innovador con las funciones o utilidades inesperadas que ofrece define este concepto.

Curva de Serendipia

¿Será esto de la serendipia un determinante en la piratería? Es decir, si el grado de sorpresa no se puediese igualar, si la satisfacción no fuese la misma, si el producto original nos hiciese exclamar ese «WOW! Just what I needed!»… ¿Sufriría la piratería? ¿Estaría dispuesto el universo corsario a pagar más por ese enorme frescor?

La piratería en los sectores tecnológicos nos permite observar cómo sus miembros son extremadamente hábiles detectando sectores con problemas en su aportación o creación de valor y, por lo tanto, carentes del factor mencionado anteriormente. En el famoso caso de la música, estos apostaron por su distribución digital a partir del año 2000, sin embargo las ventas de música tradicional habían comenzado a descender dos años antes.

Asimismo, el nacimiento de este fenómeno fuera de los mercados establecidos puede crear, legitimar o expander otros mercados. Ahí tenemos el ejemplo de Microsoft en China. No se preocupen en exceso países como España, en los que el gasto en I+D+i es nulo y donde predomina lo que yo llamo la ‘innovación del palo’, ya saben, como nos cuesta ser auténticos innovadores nos centramos en el incrementalismo sobre los productos: lo hacemos más bonitos, más pequeños o le ponemos un palo (chupa-chups, fregona, etc.)

¿Qué hacer ante esta situación? Enfrentamiento directo, con resultados nefastos y escándalos como los que nos regala la S.G.A.E., sumarse a los piratas utilizando sus canales como canales de distribución complementarios, como Microsoft en China, o aprender de los piratas y crear un nuevo mercado legítimo, como ha hecho Apple con iTunes y su confirmación como rey de la música digital (innovación en lo más alto de la curva).

El consumidor entonces exige todo esto, esa serendipia, ese desafío, ese frescor que evite su enrolamiento en el galeón de guerra. Porque a día de hoy, el auténtico desafío es jugar según las reglas de lo teóricamente «legítimo» y «legal»

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*Lecturas realizadas de Salvador Aragón